viernes, 3 de septiembre de 2010

Debajo

Anónimo


El banquete se servía en una larga mesa en forma de cruz cristiana. Tan vasta era la concurrencia que los ejes, horizontal y verticalmente, se extendían varios metros. Puede divisar, a unos comensales de mí, una hermosa dama. Ella comía pollo con arroz. Yo comía pollo con arroz. Ella tomaba vino. Yo tomaba vino. Ella se ayudaba con grisines para comer el arroz. Yo usaba pan…, nadie es perfecto. Luego de hacer contacto visual intercambiamos algunas mímicas. Lucía. Juan. Mucho gusto. Pero la comunicación intracomensal se hacía difícil así que propuse juntarnos en un punto equis debajo de la mesa cruz. Con una mirada pícara señale hacia abajo. Al principio ella entendió otra cosa y se ofendió. Pero luego de varias gesticulaciones coordinamos una cita. Yo tiré mi tenedor con cara de disimulo y me adentré a la oscuridad. Comencé gatear. Los zapatos se sucedían y ella no aparecía. Seguí mi camino hasta que llegué a la gran bifurcación. Se abrían tres opciones: izquierda, derecha o seguir de frente. Decidí la derecha, no por convicción política, sino porque había notado que a la derecha de la mesa servían paella. Gateé varios minutos más hasta que me cansé. Miré hacia atrás. Había un vacío tremendo en el largo ducto de pies. Vi una silla vacía y volví a la superficie. En el lugar que ocupé ya estaba servido con un gran plato de paella. A mí lado, un cura juntaba arroz con grisines. Con pan, Padre, con pan.
 
Extraído de: http://www.historiasdecaracter.com/

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