viernes, 3 de septiembre de 2010

R.S.V.P.

Mariana Ubillos


El lunes María Elena llegó a la oficina a las corridas. Después de conversar un poco con cada compañero, se sentó frente a la computadora con un café, como todos los días . No había pasado media hora cuando un muchacho entró con un gran ramo de rosas y una tarjeta dirigida a ella. Los diez compañeros se levantaron a la vez, haciendo bromas, pero con una curiosidad que no podían disimular. Todos sabían que estaba muy sola y que si bien en su vida había espacio para el amor, todavía no se había dado la ocasión. Inexplicablemente, porque era una persona encantadora y muy bonita, aún ahora que estaba por cumplir los cincuenta. Entre risas ubicaron las flores en un lugar bien visible para disfrutarlas todos y María Elena se dispuso a abrir la tarjeta. Leyó en voz alta, imposible pensar en no hacerlo dada la algarabía que se había desatado. Además, no tenía secretos para nadie.Quisiera contar con el placer de su compañía el viernes 7 a las 21 horas en Luis Piera 2117. R.S.V.P. 411 23 44. – ¡ No tiene firma! ¿Qué es esto? - ¡Qué bárbaro! ¡Un admirador secreto es lo que esta oficina estaba precisando para salir de la rutina! - ¿ Qué vas a hacer? -No tengo idea. - Llamá al teléfono que está ahí. ¿Qué puede pasar sólo por llamar? - Si llamás demostrás interés. Capaz que es peligroso. ¿Qué necesidad de arriesgarte a que un estúpido te salga con algo desagradable? - Para decir algo desagradable por teléfono no hace falta gastar en semejante ramo de rosas. -Tenés razón … pero nunca se sabe. Hay personas con la mente muy retorcida. -Sí, como vos que querés arruinarnos el momento. -Dale, María, llamá. Se instalaron alrededor del escritorio tratando, a la vez, de dar ánimo y de escuchar lo que le respondían del otro lado. Discó, puso manos libres y esperó. A la cuarta vez que sonó, una voz contestó: -Taco Muñoz. -Sí, hola. ¿Quién habla? - Taco Muñoz. ¿Puedo servirla en algo, señora? - En verdad no sé. Recibí una tarjeta invitándome a un lugar y pidiéndome que confirmara mi asistencia a ese teléfono. - Acá es un restaurante y quien habla, el dueño. ¿Y usted es? -María Elena Peña. - Tengo una reserva a su nombre para el día 7 a las 21 horas. ¿Es correcto? -Supongo que sí. -¿Confirma que va a venir? Sus compañeros asintieron con la cabeza. -¿Señora? -Sí, sí. Allí estaré. - ¿Tiene la dirección? - Luis Piera 2117. - Perfecto. La espero entonces. - Gracias. Cortó. - ¿Y ahora? ¡Me hicieron contestar que voy a ir! - ¿Cuál es el problema? El viernes te vestís para impactar al que sea y vas. - ¡Ustedes están todos locos! ¿Cómo va a ir? - ¿Por qué no? - ¡Yo qué sé por qué no! Porque eso no se hace, hasta en las películas sale mal. - ¿Ves? Mala onda. - Ya está. Tengo toda la semana para ver qué hago. Por hoy se acabó el tema. Disfrutemos de las flores y a trabajar un poco. Ya nos divertimos bastante. El martes a media mañana entró el mismo muchacho con dos tabletas de chocolate y una tarjeta dirigida nuevamente a ella. - Es alguien que te conoce. Otra persona mandaría bombones, esta sabe que a vos no te gustan y que en cambio te encanta el chocolate en barra. - ¡Abrí la tarjeta a ver si se da a conocer! Se estaba poniendo nerviosa. Lo del día anterior la había dejado pensando infinidad de probabilidades. ¿Sería una broma pesada, un acosador o un admirador de verdad? Abrió la tarjeta y leyó: la noche del viernes va a ser especial, espero que esté más hermosa que nunca así que le pido asista a una cita a las 18 y 30 horas en la calle Francisco Simón 3314. R.S.V.P. 704 32 23. Otra vez la duda. Todos, a coro, empezaron a decirle que llamara. La escena fue idéntica a la del día anterior. Esta vez era un spa y confirmó su asistencia a una sesión de masajes, sauna y peluquería. El miércoles era ya cerca del mediodía y el muchacho no había venido. Todos creyeron que las sorpresas habían terminado. De todas formas sólo hablaban de lo insólito de la situación. - Estas cosas no le pasan a la gente como nosotros. Nunca pensé que iba a ser protagonista de una historia como esta. - Vos no sos la protagonista, es María. - Es lo mismo. ¿Acaso alguien me va a decir que no se siente un poco protagonista de esto? - ¡Ahí viene! El joven entró, saludó como si los conociera a todos y se dirigió directamente a ella. Le entregó sólo una tarjeta . Cuando se fue, se tiraron arriba del escritorio. María Elena la abrió y esta vez leyó lo siguiente: una cena ideal no termina con el postre. Si está usted de acuerdo podemos seguir celebrando nuestro encuentro en un lugar más íntimo y durante todo el fin de semana. R.S.V.P. 05223530. - ¡Me muero! - ¿Vos por qué? - ¡Yo qué sé! Soy testigo de un acoso o de algo que no sabemos bien qué es pero que está buenísimo. - Voy a llamar. - ¡Claro, dale! Confirmá todo, después tenés tiempo de echarte atrás. - Nadie me escucha, yo sigo insistiendo en que es una locura. - Nadie te escucha porque nadie quiere tu mala onda. Estamos siendo invadidos por el romanticismo y vos salís con cosas horribles. - Si María no aparece el lunes, se van a acordar de todo lo que he estado diciendo. - La boca se te haga a un lado, como decía mi abuela. - Ayer le mandé flores a mi esposa, casi la mato con la sorpresa. Ahora sospecha que quiero esconder algo. A las mujeres nada les viene bien. La llamada devela la tercera incógnita. Fin de semana en el hotel Sheratton de Colonia. El jueves nadie trabajó. No se hablaba de otra cosa. El muchacho llegó a última hora con una caja y la consabida e idéntica tarjeta de todos los días. María vio la caja y supo antes de abrirla lo que tenía dentro. Se le llenaron los ojos de lágrimas que ninguno de sus compañeros notó, tan inmerso estaba cada uno en su propia historia de amor y fantasía. - Dale María, abrí rápido las dos cosas. El collar los dejó mudos. Perlas y esmeraldas formando una especie de lazo al final. La tarjeta decía: sé que su cuello es el único lugar donde este collar va a lucir en todo su esplendor. Le ruego lo lleve puesto a nuestra cita de mañana. - Me morí de amor por ese hombre, no me interesa si es un monstruo, lo amo, lo amo. - Ustedes son todas iguales. - Esta vez no hay R.S.V.P. -No necesita confirmación. Sabe que voy a ponérmelo. - ¿Cómo que sabe? ¿Ya adivinaste quién es? - No…no. Pero no hay mujer que se resista a un collar como este. - Entonces decidiste que vas a ir, al menos al spa y a la cena. - Sí, definitivamente. - ¡Bien por vos! Andá también a Colonia, si no te gusta el hombre aprovechá igual de todo y hacelo dormir en el piso. - ¡Ustedes son de lo peor! - ¡Y ustedes de lo mejor! - Mañana no vengo. Voy a pedir la licencia. El lunes les cuento con lujo de detalles. Lo prometo. - ¡Juralo! - ¡Lo prometo! Vuelve con tiempo del spa. Termina de armar el bolso para seguir de largo para Colonia. Lo último que hace antes de salir es ponerse el collar. Siente toda la responsabilidad que es para ella esta joya pero está feliz. Lo ve desde lejos, parado en la puerta del restaurante. Se le acerca despacio. Se miran, sonríen con complicidad, se abrazan. - Juan. Sólo podías ser vos. Pero en verdad te descubrí recién ayer. ¡Sabías cuánto me gustaba este collar de mamá! Gracias, hermano - El domingo cumplís cincuenta. Te merecés esto y mucho más. El resto de la familia ya está adentro. Mirá que terminamos de cenar y salimos para Colonia. No sos la única que va a disfrutar de un fin de semana de película. Estamos todos entusiasmados. - Gracias otra vez, por todo. Fue una semana muy diferente, lo indicado para levantarle el ánimo a una cincuentona soltera que acaba de perder a su madre. - ¡Era la idea! Nosotros nos divertimos. ¿Vos? - Pensé de todo pero sí, me divertí. ¡No te cuento lo que fue la oficina! - Te queda divino el collar, usalo. No hagas como mamá que lo tuvo siempre guardado. El lunes, cuando llegues a la oficina, contales la verdad o inventá la historia que quieras. Vas a ser mayor de edad. Se ríen y entran tomados del brazo.


Extraído de: http://www.historiasdecaracter.com/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué bueeeenoooo